Una muerte buena

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En todo lo que cuenta, mis abuelos me criaron. Mi abuelo era él que me enseñó abrir un maní y mi abuela sabía todos los nombres de los chicos por los que yo estaba chiflada. Juntos, me ayudaron a saber cómo vivir una buena vida hasta su fin.

Supongo que era por mi apego a ellos que yo acepté el puesto de enfermera voluntaria en un hogar de ancianos cuando tenía 13 años. (Lo admito, sí, para los de ustedes que de verdad me conocen, también era por el uniforme rojo, pequeño y bonito con los grandes bolsillos que podía llevar puesto. Rojo es mi color favorito y me sentía importante llevando puesto algo oficial.)

 

 

Me gané la amistad de muchos en el hogar de ancianos. Muchos. Había Bessie quien no permitía a nadie acepto a mí cepillarle el pelo porque estaba segura de que las enfermeras le estaban robando. El Señor Gotch de New Orleans, quien estaba allí para bajarse de peso porque como hemofílico, casi se había muerto por darse en el dedo del pie que ya no podía ver. Había el Señor Ford, quien no podía hablar pero quien se calmaba cuando yo le leía. Y Nora a quien yo daba de comer, porque hace mucho había perdido la habilidad de sujetar un tenedor o cuchara.

Mis amigos ancianos me enseñaron que la muerte, como cada etapa de la vida, es algo que sabemos que viene pero no sabemos cómo nos hará sentir.

Hasta que ocurre, nadie sabe cómo se siente enamorarse por primera vez, o cómo se siente aferrarte al brazo de tu padre mientras que él te acompaña al altar. No sabemos que brinca el corazón cuando oyes la risa de tu bebé o cómo te ablandarás cada vez que el bebé te busca. Cada etapa es completamente nueva.

Morir es así también.

Lo que los ancianos se sienten hacia los fines de sus vidas es nuevo y como cada otra cosa que cuenta, los cambia. Ya no están cómo los recordamos porque mientras nosotros tenemos dos pies en esta vida, ellos tienen un pie el la próxima vida. Y como todas las cosas, es un proceso.

Les gusta hablar del pasado. Es como si necesitan organizar sus memorias por contar de nuevo, como poner fotos en un albúm imaginario en orden secuencial para darlas significado. Oyes cosas como —Cuando yo era pequeño, mi familia se sentaba alrededor de la mesa y hacíamos guirnaldas de palomitas de maíz y arándanos para decorar el pino de Navidad ¡y teníamos un piano en el salón! Nos sentábamos alrededor de aquel piano para cantar canciones populares. ¿Sabes que mi hermana y yo nos montábamos en un burro para ir a la escuela y mi padre nos talló rosas en el cuero de abajo de nuestros zapatos para que dejábamos rosas en la arena en cada lugar que caminábamos, y…— Siempre hay una —y—. Una memoria da a luz a otra. Sus ojos brillan cuando hablan de sus memorias mientras sus mentes repasan lo que sólo ellos pueden ver.

Una muerte buena requiere que hablas menos y escuchas más, aun cuando ya has oído el cuento. Para ellos, es nuevo por contarlo de nuevo. Contar cuentos es su manera de guardar sus memorias en esta vida para llevarlas a la próxima.

Gente mayor tiene curiosidad por lo que viene. Miembros de sus familias con buenas intenciones no quieren hablar de la muerte y cambian el tema rápidamente. Pero ellos regresan al tema una y otra vez, porque quieren hablar de la muerte. Quieren estar tranquilizados. Quieren hablar de Dios. Quieren hacer sus paces antes de que se mueren y nos nesecitan presentes para hacerlo. Se ven confundidos cuando oyen lo que dicen sus visitantes, —El doctor dice que vas a estar bien.— Ellos saben que no es la verdad y están decepcionados que no pueden compartir contigo lo que realmente está pasando porque es demasiado difícil para ti.

Una muerte buena requiere que todos entiendan lo que está pasando y que todos lo acepten.

Cuando mi padre se murió, había estado enfermo. Los médicos querrían trasladarlo a una residencia para enfermos desahuciados pero yo estaba firme que no iba a aprobar el traslado hasta que lo había hablado con mi padre. Era su muerte, después de todo. No la mía. Y él tenía que ser él que hizo la decisión.

Recuerdo que le dije lo que estaba mal con su salud. El doctor estaba a mi lado en el caso de que mi padre tuviera preguntas. Así mi padre lo prefería porque era cómo él se enfrentaba a todo en su vida. De frente. Le dije que esto era algo que íbamos a hacer juntos y que íbamos a un lugar donde él no tendría que luchar por cada aliento. Un lugar limpio y quieto. Un lugar donde no habría más pruebas ni viajes por el pasillo para tratamientos. Un lugar donde yo podría estar a su lado constantemente. No más máquinas. No más agujas, no más pruebas, no más luchando. Sólo paz y calma en una cama cómoda donde harían desaparecer su dolor.

Una sola lágrima bajó por su mejilla y me dijo, —¿Sabes? No es tan mal cuando lo puedes pensar.— Levantó su mano y la agarré. Me apretó la mano bien. Sentía yo como si éramos compañeros de armas, preparando para la batalla. Esto era la última parte de su viaje aquí en la tierra y estábamos decididos enfrentarla juntos.

Una muerte buena requiere que la gente alrededor de ti hablen de la muerte para que el viaje pueda ser compartido.

Los mayores se cansan fácilmente. Demasiado alboroto puede ser una fuente de ansiedad para ellos porque no quieren decepcionar a sus queridos. Con tanta frecuencia yo oía a familias intentando hacer conversación por decir,—Abuela, ¿recuerdas a Dave? Por supuesto que sí. Él te era simpático. Dave era el hombre quien reparó tu techo después de que había muerto Abuelo. Pues, Dave y su esposa acaban de tener un bebé…—

Sus ojos van de un lado a otro intentando recordar. Ven las caras preocupadas de los que quieren tanto y asienten con la cabeza como si recuerdan algo que no recuerdan. Quieren desesperadamente complacer a sus queridos por participar en la conversación y comer el gusto especial que les trajeron que antes les gustaba mucho pero ahora no recuerdan porque para muchos, su sentido de gusto hace mucho ha disminuido.

Están en el proceso de cambiarse mientras que nosotros no cambiamos. Las payasadas del bisnieto nuevo, quien se está moviendo tanto, son agotadoras para ellos. Las visitas deben ser menos intensas y más frecuentes. Necesitamos entrar en su mundo y no esperar que ellos puedan seguirle el ritmo del nuestro.

Una muerte buena requiere que la familia entienda que está allí para ayudar a su querido a partirse, no para captarlo.

Más visitas, menos gente. Que las cosas estén quietas. Déjalos hablar. Y de más importancia, estándote allí para que con nuestras oraciones, ellos puedan tener un buen fin Cristiano a sus vidas; sin dolor, sin tacha, pacífico, y una buena defensa ante el Señor.

Sra. Monomakhos

 

Fuente: russian-faith.com

 

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