San Juan el Solitario de Egipto
Este Santo nació por el año 305, y fue criado pobremente, con el trabajo de sus manos, de acuerdo al estado de sus padres. Aprendió el oficio de carpintero, y lo ejercitó durante algunos años; pero a los 29 años de edad, llevado por el espíritu de la perfección, se retiró a la soledad, bajo la conducta de un anciano experimentado en el camino de la salvación.
Ya había llevado diez o doce años en el desierto, cuando murió ese anciano. Juan, privado de este apoyo, se ocupó de visitar varios monasterios, para instruirse a fondo en la disciplina monástica. Enriquecido por todas las virtudes que su vigilancia y atención le habían hecho recoger en estas santas casas, se retiró a una montaña situada a una legua de Licópolis, en la Tebaida. En esta montaña eligió como su habitación un lugar de un acceso muy difícil, para estar menos expuesto a las visitas, y distribuía su tiempo entre el trabajo de las manos y el santo ejercicio de la oración.
Pero toda su precaución para permanecer incógnito, fue inútil. A pesar de la dificultad de acercarse a su retiro venían a verle y a encomendarse a él en sus oraciones de todos los contornos, aún de lugares más distantes, pero Juan no se dejaba ver, esto ocurría solo si era un Sábado o Domingo, y solamente a los hombres. Esos días se asomaba a la ventanilla, por donde recibía lo que se le llevaba de comer y satisfacía el deseo de los que venían a visitarle. Afín de que estas visitas no fueran inútiles, instruía a los que lo visitaban y trataba de persuadirlos de que él no era nada, que no merecía ser visto, y que solo era un pecador que intentaba aplacar la ira de Dios. Por este motivo hablaba a todos de la necesidad de hacer penitencia proporcional a los pecados cometidos, para salvarse y apaciguar la ira de Dios. Sus instrucciones sirvieron a muchos de los que deseaban salvarse y quedarse en su compañía, imitando su género de vida. Juan los animaba con sus consejos y los exhortaba incesantemente a la perfección – Juan juntaba una oración continua, y una mortificación rigurosa, comía al anochecer y en pequeñas cantidades. Aún a la edad de 90 años no comía cosas calientes, contentándose solo con algunas frutas. Este Santo solitario observaba que dicha alimentación daba más libertad de espíritu y lo hacía más recogido en la oración. Sin embargo sostenía que no se debía estar mucho tiempo sin comer, ya que el cuerpo muy debilitado puede abatir también al espíritu y hacerlo incapaz de ocuparse de los ejercicios que alimentan la bondad, ” El ayuno más agradable a Dios es ejercer siempre Su Santa voluntad.” Desaprobaba toda virtud de capricho y voluntad de fantasía, porque el Evangelio, que nos manda ser virtuosos, está fundado sobre la verdad, que no es otra cosa que un constante amor al orden y a la justicia. Habiendo prolongado su ayuno más de lo acostumbrado, reconoció que lo había tentado el demonio y se arrepintió de esto pues dijo que lo había hecho para tentarlo con mayor eficacia. No cayó más en esto, y Dios lo llamó para sí, el año 395.
Fuente: crkvenikalendar.com
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