San David Gareji
San David de Gareji nació en Siria. El futuro asceta se hizo un discípulo de San Juan Zedazeni y viajo con él hasta Georgia. San David y su hijo espiritual Lucían se establecieron en una montaña sobre Tbilisi, la capital de Kartli.
En aquella época Kartli se veía amenazada constantemente por los idólatras de fuego en Persia. San David pasaba días enteros en oración, implorando a Dios que perdonara los pecados de la gente que vivía en la ciudad. Cuando terminaba con sus oraciones del día, se paraba en la montaña y bendecía a toda la ciudad. Una vez a la semana los Santos David y Lucían bajaban a la ciudad para predicar. Después San David construyó una iglesia en la montaña donde oraba.
La autoridad y la fama de San David asustaba a los idólatras. Le acusaron del adulterio fuera de su deseo de desacreditarle. Encontraron una prostituta para presentarse como un ‘testigo’ y también para acusarle al santo de ser el padre de su hijo. El santo padre tenía su Fe en Dios y tocó su bastón a la matriz de la prostituta. Ordenó que el niño no nacido declare la verdad. Fuera de la matriz podían escuchar la voz del niño diciendo el nombre de su padre verdadero.
Los espectadores estaban indignados y apedrearon a la mujer hasta que se murió. San David imploraba a la gente que parara, pero no podía aplacar a la multitud enfurecida. Estos eventos trastornaban a San David profundamente, y se fue de la región con su discípulo Lucían.
Los santos padres se establecieron en una cueva pequeña en lugar desierto para pasar todo de su tiempo en oración. Solo comían hierbas y la corteza de los árboles. Cuando el calor del verano se marchitaba a las hierbas el Señor les mandó un ciervo. Lucían ordeñaba el ciervo y traía la leche a San David. Cuando el santo santiguaba la leche se convertía en queso instantáneamente.
Lucían fue conmocionado por el milagro y le dijo, “Aunque se consuma y se pudra mi cuerpo fuera del hambre y la sed, nunca voy a preocuparme sobre las cosas temporales de esta vida”
Los padres no comían nada los miércoles y los viernes. El ciervo no se acercaba esos días.
Una serpiente espantosa vivía en una cueva cercana y atacaba a todos los animales. Pero al San David mandar a que la serpiente se huyera le obedeció.
Unos cazadores locales estaban siguiendo la pista del ciervo de los padres. Se encontraron con Lucían una vez que estaba ordeñando al ciervo. Dando gran respeto a San David los cazadores volvieron a sus casas para compartir con los demás lo que habían visto.
Dentro de poco el desierto de Gareji se llenaba con gente que deseaba acercarse a Cristo. Establecieron un monasterio allí y por muchos siglos se mantenía como el centro y la piedra angular de Fe y educación en Georgia.
San David salió en un peregrinaje a Jerusalén. Entrego a Lucían cumplir con las responsabilidades del monasterio y se fue con unos monjes. Los peregrinos se acercaban al lugar que se llamaba, “La Cresta de Gracia” donde se puede ver la sagrada ciudad de Jerusalén. San David se arrodilló y glorificaba a Dios con lágrimas. Se consideraba indigno de seguir en los pasos de Jesucristo, y estuvo satisfecho de ver la ciudad desde lejos.
Se paro en las puertas de la ciudad y oraba fervientemente mientras que sus compañeros entraron en la Tierra Santa para venerar a los lugares sagrados. Cuando volvieron el santo llevó tres piedras de la “Cresta de Gracia”. Esa noche un ángel apareció al patriarca de Jerusalén y le informó que un tal hombre piadoso David, quien había visitado a la ciudad a distancia, se había llevado toda la santidad de Jerusalén junta con él.
El ángel procedió a decirle que el venerable había hecho jirones y pasaba por la ciudad de Nablus. Llevaba con él un saco que tenía las tres piedras sagradas. El patriarca mandó mensajeros al santo con la petición que dejara dos piedras y solo llevara una piedra para él mismo. San David devolvió dos piedras, pero declinó la invitación del patriarca de hacerle una visita. Llevó la tercera piedra a Georgia, y hoy en día llena de gracia sigue haciendo milagros.
Cuando San David trajo la piedra milagrosa de Jerusalén, el número de monjes duplicó en el monasterio. El padre venerable atendía a las necesidades de todos los monjes y les animaba. Visitaba las celdas de los ermitaños ancianos para ofrecer su consuelo. Estableció un monasterio en Mravalmta (Las Montañas Onduladas) en honor de San Juan el Bautista.
El Señor informó a San David de su salida inminente al Reino de los Cielos. El reunió los hermanos del desierto y les instruyó por la última vez que no deben de caer en confusión, pero tenían que quedar firme y entregarse sin cesar al Señor que les conceda la salvación.
Recibió la Eucaristía, levantó las manos a Dios, y entregó su espíritu.
Las reliquias de San David han hechos muchos milagros; acercándose hasta ciegos de nacimiento se han curado. Creyente continúan siendo curados de todo tipo de enfermedad espiritual y corporal en su tumba.
Fuente: crkvenikalendar.com
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