¡Pobre de mí si no amo!
Madre Gabriela Papaiannis
El amor perfecto, después de Cristo, comprende el respeto a la personalidad del otro, indiferentemente de su estatuto.
Siguiendo el ejemplo de Simón de Cirene, estemos siempre listos para correr a ayudar a nuestro hermano.
Si le pides a alguien que está ocupado que venga y te ayude, lo hará. Pero el perezoso nunca lo hará.
¡Pobre de mí si no amo!
Tres cosas necesitamos. La primera: fe. La segunda: fe. La tercera: fe.
¡Qué fácil es ayunar cuando queremos adelgazar! ¡Pero qué difícil es hacerlo los miércoles y los viernes, porque así lo pide la Iglesia!
Ocupemos siempre el mismo lugar en la iglesia, pensando en los ángeles.
Al terminar la Liturgia, quedémonos otro rato en la iglesia. Cuanto podamos. Para los ángeles.
Cuando, al hablar, alguien nos interrumpa, detengámonos. Esto significa que no debíamos decir lo que pensábamos decir. Son los ángeles quienes nos interrumpen.
El que rechace ver a los demás, es que no es humano.
No estamos en ninguna parte para siempre.
Todo lo que nos ocurre es únicamente nuestra culpa.
Al orar, cerremos la puerta.
El amor perfecto, después de Cristo, comprende el respeto a la personalidad del otro, indiferentemente de su estatuto.
Fuente: doxología.org
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