Mensaje de Navidad de Vladyka Leonid obispo de Argentina y Sudamerica del Patriarcado de Moscu
¡Venerables padres, hermanos y hermanas!
Los felicito cordialmente a todos ustedes por la fiesta salvadora de la Navidad de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo. En estos días agradables recordamos eventos que están separados de nosotros por miles de años, pero que cambiaron todo el curso de la historia humana: la venida de Dios a este mundo. Dios se encarnó y ordenó a los hombres que vivieran piadosamente en la tierra que Él había establecido. Dios quería que en su vida justa y en comunión con Dios, seres humanos tuvieran toda la plenitud de su existencia, alegría y vida eterna bendita. Pero la historia nos da un rumbo completamente diferente, que la libertad humana nos ha abierto. Fue ella la que debía dar a la persona la oportunidad de desarrollarse creativamente en la piedad y la pureza. Pero las primeras personas, al escuchar al antiguo enemigo de la raza humana, tomaron sus decisiones cuyas consecuencias llevamos hasta el día de hoy. Y Dios aceptando a la humanidad como es, viene a este mundo para transformarlo y hacerlo digno, para devolver esa unidad entre Dios y el hombre, que fue interrumpida en el Paraíso, por eso hoy es muy importante darnos cuenta plenamente de lo que Dios ha hecho por nosotros. Él nunca ha olvidado su creación caída, sino que trata de hacer todo lo posible para que heredemos la vida eterna, para que todavía estemos aquí en la tierra, disfrutamos el gran Reino Bendito que “Dios ha preparado para los que le aman” (1Сor-2:9).
Y entonces Él llegó en una forma mansa y humilde a la tierra. Por la noche, cuando todo el alboroto y todo lo que está relacionado con una vida humana agitada se calma, por la noche, cuando no hay luz solar para calentar a una persona. La noche simbolizaba una vida sin Dios que es oscura y fría. Y en esta noche Él viene a iluminar a la humanidad caída, que junto con los ángeles canta “gloria a Dios en las alturas” (Lucas 2:14). Dios permanece siempre inmutable, eterno, beato y santo. Los ángeles glorifican esta santidad y traen buena noticia a la tierra para aquellos que escuchan esta palabra. Sabemos que ese llamamiento fue escuchado por los humildes pastores que respondieron con corazón abierto a la llamada de Dios. Los ángeles les anunciaron que debían ir a adorar al niño Dios nacido en Belén, el Mesías, que toda la humanidad esperaba.
Vemos en el pesebre de Cristo y los reyes magos quienes por sabiduría humana fueron incapaces de conocer a Dios, pero el Señor les dio la oportunidad de comprender Su Providencia. El ángel les guió todo este tiempo con una estrella guía, para que a través de la sabiduría también alcanzaron a Quien buscaban, a Quien esperaban, a Quien tanto anhelaba su corazón. Y por supuesto vemos al justo José y a la Virgen María, quienes sirvieron para salvar a la raza humana. Sin la humildad de la Madre de Dios, ¿cómo Dios podría aparecer en este mundo? Vemos cómo la Santísima Theotokos nos reveló la luz Divina y la Sabiduría eterna.
Hoy, junto con los ángeles, los pastores y los reyes magos, glorificamos al Señor, que nos da una nueva vida, que nos infunde nuevos poderes para todas las buenas acciones. “La noche está muy avanzada, y el día está cerca” (Roman.13:12). El Cristo mismo dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12). Hoy sentimos esta luz en la glorificación de la Iglesia de Cristo, que a través de la fe abraza los acontecimientos de aquellos años antiguos y también percibe y siente con fuerza cómo se sintieron entonces las primeras personas que conocieron al Divino Infante.
Damos gracias al Señor por su gran misericordia, porque ha iluminado a las naciones con la luz de su Deidad, porque nos ha dado ser personas del Nuevo Testamento que se relacionan de manera diferente entre sí. Nos dejó sus mandamientos salvadores. Hizo todo lo posible para que viviéramos santos y que, en nuestros corazones, como en los templos de Dios habitara la gracia Divina.
Quisiera desear que todos recordemos este estado de gracia, el estado de paz. Que el Señor nos fortalezca en el año 2021. Que Él nos dé todo lo necesario para que podamos aferrarnos a sus mandamientos con fuerza y firmeza, viviendo en este mundo para realizar nuestros trabajos. Que el Señor santifique a nuestras familias, que deben estar imbuidas del amor y la gracia divina, para que nuestras familias se conserven y estén más estrechamente conectadas con estos vínculos, resistiendo las olas del mar de la vida. Que la generación joven sepa cada vez más, como Dios es glorioso, como es grande y poderoso, como es sagrado en todas sus manifestaciones, como puede cambiar al hombre, a los pecadores caídos y a las personas rechazadas, porque todos somos sus hijos. Hoy sentimos esta filiación, sentimos este calor que viene de la gracia de Dios. Les deseo a todos ustedes el bienestar, la belleza de la vida espiritual, que el Señor esté siempre con nosotros, y que, como hoy, lo glorifiquemos con una sola boca, así todos los días cuando el sol sale sobre nosotros. El mundo ha cambiado por la luz de Cristo. Que el Señor nos fortalezca en su servicio a Él y a los hombres, porque ” no hay un amor mayor, cuando uno dé su vida por sus amigos” (Jn. 15:13). No hay más amor que amar a Dios con todo el corazón y por medio de esto, ver Su imagen en las personas, servir a toda la humanidad, sanarnos unos a otros de las heridas del pecado y juntos hacer muchas buenas obras.
Deseo a todos que, según las oraciones de la Reina del Cielo, el Señor nos dé sabiduría, nos dé el amor que sentimos de Él, para que podamos servir dignamente en este mundo, a veces lejos de nuestra Patria, de nuestros parientes e incluso de nuestras familias, así como aquellos que están en la dispersión forzada, pero que buscan preservar la conexión de los tiempos y las generaciones, principalmente por su fe, cultura y memoria de corazones. Y viendo la salvable Providencia de Dios para todos nosotros, guardemos el tesoro de la fe en nuestro corazón, para que podamos transmitirlo a las generaciones futuras y cumplir todo lo que el Señor ordenó: toda la belleza de la vida del Nuevo Testamento. ¡Que la bendición del recién nacido Cristo esté con todos ustedes!
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LEÓNIDAS
EL OBISPO DE ARGENTINA Y SUDAMÉRICA
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