El Ícono de la Madre de Dios “De las Tres Manos— Trojeruchitsa”
Este milagroso ícono perteneció a San Juan Damasceno, gran escritor y compositor de oraciones para la Iglesia. San Juan Damasceno en su juventud trabajaba en la corte del califa y era gobernante de la ciudad de Damasco. Nació en Siria y vivía en la mitad del siglo VIII, cuando la herejía iconoclasta dominaba en el imperio Bizantino. Los Iconos eran destruidos y sus seguidores perseguidos severamente. Siendo un hombre muy ilustrado y talentoso escritor, Juan Damasceno escribía con mucha convicción defendiendo la veneración de los íconos ortodoxos. El emperador griego León El Isáurico, conocido iconoclasta, se enojaba con Juan por sus escritos. A tal punto que ordenó a su escriba estudiar la escritura manuscrita de San Juan y así escribir una carta apócrifa, como si fuera escrita por San Juan, dirigida al emperador Bizantino León El Isáurico, en la cual supuestamente le ofrecía sus servicios para destituir al califa. Esta carta falsificada fue enviada al califa por el emperador León El Isáurico como prueba de su amistad por sobre la supuesta traición de Juan Damasceno. El déspota oriental, sin revisar bien y sin escuchar las explicaciones de Juan, ordenó encarcelarlo y cortarle la mano derecha, con la cual supuestamente escribió la carta desleal. En la cárcel, teniendo consigo el icono de la Madre de Dios, San Juan puso delante del icono su mano cortada y rezó largamente. Durante un sueño, la Siempre Virgen se presentó al dolorido Juan y mirándolo con benevolencia le dijo: “¡Tu mano está sana, no sufras más!”. Juan se despertó y vio con alegría y gran sorpresa que la mano cortada estaba unida al cuerpo y quedó sana. Solamente había quedado una cicatriz, casi invisible, que recordaba el castigo. Lleno de alegría y de agradecimiento hacia la benévola Protectora, Juan compuso el canto: “En Ti, ¡Oh, Llena de Gracia! se alegra toda la creación”. Hasta el día de hoy esta bella oración es cantada en la Iglesia. Para agradecer a la Madre de Dios, él encargó una mano de plata y la colocó en el icono en agradecimiento por la curación de su propia mano. Desde ese momento, el icono se empezó a llamarse “de las Tres Manos”. Después de distribuir todos sus bienes, San Juan se hizo monje en el Monasterio de San Sabas el Santificado, en Palestina. San Juan supo de los monjes del monasterio, que San Sabas antes de su bienaventurada muerte (en el siglo VI) dijo proféticamente que un día el monasterio será visitado por un joven príncipe que también se llamará Sava, y que cuando éste venere sus reliquias, su báculo de abad caerá al suelo. San Sabas ordenó otorgar como ofrenda y bendición a este príncipe Sava su báculo de abad, junto con el ícono de la Madre de Dios “Dadora de Leche – Mlekopitatelnitsa” que se conservaba en el monasterio. Entonces San Juan Damasceno dejó su deseo de que también se le diera al príncipe Sava su ícono de la Madre de Dios “De las Tres Manos” Luego de cinco siglos, en el 1217, llegó al monasterio de San Sabas, un monje simple pero a la vez príncipe, el monje Sava del Monasterio serbio Hilandar en el Monte Athos (quien luego sería San Sava el Primer Arzobispo de Serbia e iluminador de los Serbios). Apenas se dispuso a venerar las reliquias de San Sabas el Santificado, el báculo de abad de este gran santo cayó al suelo. Entonces los monjes del monasterio recordaron la profecía, y pensaron que él podría ser el visitante desconocido. Cuando se enteraron que se llamaba Sava y que era príncipe, se asombraron gratamente. Sin embargo, para estar bien seguros que se trataba de la persona correcta, los monjes regresaron el báculo a su lugar. Al día siguiente, el monje Sava se inclinó por segunda vez ante las reliquias de su homónimo Sabas y el báculo volvió caer. Así los monjes resolvieron toda duda y con regocijo le entregaron a Sava el báculo de abad y los iconos de la Madre de Dios “Dadora de Leche – Mlekopitatelnitsa” y “De las Tres Manos – Trojeruchitsa”. Con esta triple bendición, San Sava regresó desde Palestina hacia el Monte Athos. Hasta el día de hoy, estas tres reliquias se conservan y veneran en el Monasterio Serbio de Hilandar, fundado por San Sava y su padre San Simeón, siendo la Madre de Dios la Abadesa del Monasterio, con la presencia de su ícono “De las Tres Manos”.
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