San Atanasio nació entre los años 295 o 296, en el seno de una familia humilde de Alejandría. Dios le otorgó al santo muchas virtudes como la fe profunda y un gran intelecto que quedo de manifiesto al terminar sus estudios básicos. A los 25 años fue ordenado Diácono por el Patriarca de Alejandría Alejandro, y que junto a él participaron del primer Sínodo Ecuménico en Niza, donde es trato la herejía de Ario. En el año 328 fallece el Patriarca Alejandro y para Atanasio se acerca un gran momento, es elegido Patriarca de Alejandría a los 33 años, por clérigo y por todo el pueblo. De ahora en más el Santo comienza un fuerte combate contra la herejía de Ario Fue enviado al exilio cinco veces por el emperador arriano Constantino, sufriendo innumerables penurias. Sin embargo, con fe, valor y su inagotable paciencia, sale vencedor y destroza a los “lobos” de nuestra ortodoxia. Como nos dice las sagradas Escrituras: “Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos.” (1° Timoteo 6:12) estas palabras se hacen realidad en la vida de San Atanasio quien el 2 de mayo del 373 entre los 75 y 77 años de edad fallece. Se debe recordar también que el Santo fue reconocido como uno de los más grandes escritores y Padre de Nuestra Santa Iglesia.
SAN CIRILO, expresó su comprensión del misterio cristiano en sus escritos exegéticos, particularmente en su interpretación del Evangelio de san Juan y sus comentarios sobre otros escritos del Nuevo Testamento.
San Cirilo fue un gran luchador contra las herejías, defensor acérrimo de la fe ortodoxa.
Tropario a San Atanasio y San Cirilo
Brillasteis por las obras de la fe recta; y callasteis toda insalubre opinión. Así habéis llegado a estar revestidos de la victoria. Habéis enriquecido a todos con la buena alabanza y embellecisteis la Iglesia con gran atavío; dignamente encontrasteis a Cristo Dios, otorgando a todos, por vuestras oraciones, la gran misericordia.
Kondakio
Oh grandes Arzobispos de la Iglesia y fervientes defensores de la buena alabanza de Cristo, protejan a todos los que cantan: Salva, Oh Compasivo, a los que te veneran con fe.
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