¿Puede equivocarse la Sagrada Tradición?
¿Qué es la Tradición? Es aquello que nos fue confiado, no es algo que haya sido inventado por nosotros; es lo que recibimos, y no lo que inventamos; no es una cuestión del estado de la mente, sino de la enseñanza; no es una propiedad privada, sino una transmisión general gracias a la cual no debemos ser inventores, sino custodios; no debemos ser fundadores, sino seguidores; no debemos ser líderes, sino liderados…
La Escritura nos dice que está inspirada por Dios (2 Tm 3:16), pero no nos dice que no pueda haber otra orientación en los asuntos de la fe más allá de la Escritura.
Nuestro Señor Jesucristo no enseñó por escrito a los Apóstoles y al pueblo en general, sino a través de palabras y obras: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.“ (San Juan 21:25). Durante su vida terrenal, el Divino Maestro habló y actuó, enseñando a los demás a través de su ejemplo: “En el primer tratado […] hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,” (Hechos, 1:1).
Jesucristo también enseñó la interpretación de las Sagradas Escrituras: “Oísteis que fue dicho a los antiguos […] pero yo os digo […]” (San Mateo 5:21-22, 27-28). Tras la resurrección, Jesucristo continuó enseñando a sus seguidores a comprender el significado de los libros sagrados. “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.” (San Lucas 24:27). El Señor nos dio un ejemplo vívido de aquello que los discípulos tendrían que hacer luego de Su ascensión. “ Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (San Juan 13:15).
En la introducción de San Lucas a su Evangelio, podemos ver que la Tradición precedió a la Escritura del Nuevo Testamento, porque fue escrita varias décadas después de la ascensión del Señor. “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.” (San Lucas 1:1-4).
En las Epístolas Apostólicas también hay indicaciones claras sobre la autoridad de la Tradición. “Manteneos, pues, hermanos, firmes y guardad las tradiciones en que habéis sido adoctrinados, ya de palabra, ya por carta nuestra.” (2 Ts 2:15) [N.T.: enseñadas por epístola (Escritura) y oralmente (Tradición), que pasa de la boca al oído]. En otra Epístola, el santo apóstol escribe: “Os alabo porque en todo os acordáis de mí y guardáis las tradiciones con firmeza, tal como yo os las entregué.” (1 Co 11:2). En este pasaje se percibe claramente que mucho de lo que enseñó San Pablo no estaba escrito. Considerando la Santa Tradición como una forma de mantener la Revelación establecida por la Divina Providencia, no podemos admitir que haya errores insinuados por ella.
No obstante, la cuestión de los límites de la Tradición es fundamental, pues no debemos considerar todo en la vida de la Iglesia como Tradición:
“¿Qué es la Tradición? Es aquello que nos fue confiado, no es algo que haya sido inventado por nosotros; es lo que recibimos, y no lo que inventamos; no es una cuestión del estado de la mente, sino de la enseñanza; no es una propiedad privada, sino una transmisión general gracias a la cual no debemos ser inventores, sino custodios; no debemos ser fundadores, sino seguidores; no debemos ser líderes, sino liderados… La Tradición dice: “Preserva”. Esto es, mantén el don de la fe católica inmaculado e inalterado” (cf. São Vicente de Lérins).
La Tradición fue cristalizada en las antiguas liturgias que nos remiten a los Apóstoles; en los dogmas de las más antiguas iglesias locales (Jerusalén, Antioquía, etc.); en los cánones y en los decretos apostólicos de los Concilios Ecuménicos y Locales; en los más antiguos actos de martirio que inmortalizaron la confesión de la fe cristiana; en las obras de los santos padres en las cuales se expone los artículos de fe y la doctrina de la Iglesia y en la antigua práctica de la Iglesia (horas sagradas, ritos, etc.). La Iglesia Ortodoxa se esfuerza para preservar con sumo cuidado con la herencia apostólica.
Fuente: obitel-minsk.com (Inglés)
Traducido del portugués al español por Antonio Moreno Ruiz
Fuente: Russian-faith.com
Pravoslavie.cl