—¡Lee el Evangelio!—

Metropolitan Benjamin (Fedchenkov)

 

Originally appeared at: The Catalogue of Good Deeds


Para ilustrar el poder de la palabra de Dios y su acción, ahora proveeré unos ejemplos reales de personas quienes conozco.

E.F., rector de la Academia en San Petersburgo, ha mencionado la pérdida de fe de su compañero en academe, N. Sufriendo de incredulidad, vino a E.F., de cuya fe era muy consciente, sufriendo y pidiendo consejo acerca de lo que podría hacer para volver a su propia fe. E.F. le dio, aparentemente, una respuesta sorprendente en su simplicidad: —Lee el Evangelio.—

N. empezó por discutir que ya lo sabía casi de memoria y seguía declarando que nada resultaría de eso. Pero E.F. persistía en convencer a su amigo a seguir sus consejos, aunque experimentalmente, también instándole que lo leyera con tanta simplicidad como posible. Finalmente, N. aceptó. Era verano. El no creyente, quien era un funcionario de rango bastante alto, siempre iba a Finlandia de vacaciones. Ese año no era una excepción. Cuando vino el otoño, el funcionario otra vez visitó a su amigo, E.F. Con alegría declaró que fe volvió a él durante su vacación que pasaba leyendo el Evangelio.

Aquí está otro caso. Yo estaba una vez en una cena para los jóvenes en la República Checa. Recuerdo que un estudiante compartió como él, un antiguo ateo, volvió a la fe. Como resultaba, él empezó a leer las Escrituras Santas en algún punto pero era ambos poco interesante e infructuoso. Todo cambió cuando había leído de la conversión de San Pablo. El hecho de la aparición milagrosa de Cristo ante Su perseguidor, la conversación que tuvieron, la ceguera de Pablo, su encuentro siguiente con Ananias, el nacimiento de fe, el bautismo, la iluminación – todo le aparecía a él con el tipo de contundencia, claridad, y veracidad que volvió a encender la fe extinta en él.

Traducido por The Catalogue of Good Deeds

 

Fuente: russian-faith.com

 

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