Testimonio de un enfermo de Covid-19, a quien San Nicéforo el Leproso ayudó a recuperarse

“Desde noviembre de 2020, San Nicéforo está en mis oraciones, junto con los demás santos protectores que invoco cada día”.

 

«Afinales de octubre de 2020, fui llevado en ambulancia al pabellón de urgencias del Hospital “San Espiridón”, en Iași (Rumanía). Algunos días atrás había empezado a sentir que me costaba respirar, sumado a un inexplicable y profundo cansancio. En el hospital me hicieron toda una serie de análisis, con resultados preocupantes. Después me hicieron la prueba del Covid-19, la cual salió positiva, a pesar de que tres días antes me habían hecho otra, en una clínica particular, con resultado negativo. No había perdido el sentido del olfato ni el del gusto, y tampoco tenía fiebre ni me dolía la cabeza, pero los médicos me dijeron que mis pulmones parecían afectados. Me pusieron oxígeno y en poco tiempo fui trasladado al Hospital de Enfermedades Infecciosas. Ahí me mantuvieron conectado a un suministro continuo de oxígeno, y además me dieron un tratamiento para casos de neumonía, lo cual en cierta medida me estabilizó. Estuve internado doce días, y después me dieron el alta médica.

Gracias a Dios, me sentía mucho mejor que dos semanas antes. Sin embargo, en lo que respecta a mi vida cotidiana, estaba muy lejos de recobrarme totalmente. Aún tenía cierta dificultad para respirar, además de una tos seca y extenuante. Esa tos me atacaba sobre todo por las noches, impidéndome dormir.

Una tarde de esas, mi hija regresó de la biblioteca trayendo un buen número de libros, y me pidió que eligiera alguno para mantenerme ocupado. Yo, que siempre había sido un ávido lector, no sentía ni deseos de abrir un libro… me faltaban las fuerzas y la voluntad. Con todo, decidí tomar al menos uno. El primero que vi —y que casi saltó a mis manos— fue uno titulado: “San Nicéforo el Leproso, hacedor de milagros. De entre todos esos libros, algunos sobre psicología, otros motivacionales, y algunos cuantos religiosos, ese fue el primero en “salir” a mi encuentro. ¡El colmo es que mi hija no sabía de dónde había salido ese libro! ¡Ni siquiera se acordaba de haberlo prestado en la biblioteca! A día de hoy, esto es algo que sigue siendo una incógnita para ella.

Tomé el libro y me dispuse a conocer a San Nicéforo el Leproso. Cuando empecé a leer, me quedé admirado… ¡todo lo que leía sobre él me hacía sentir como si fuera un viejo y querido amigo mío! Al día siguiente lo terminé de leer. Después empecé de nuevo.

Como de costumbre, de noche me atacaron los mencionados accesos de tos. En un momento dado, apartando mis propias penas, me puse a pensar en los sufrimientos de San Nicéforo. Entonces, tendido en mi lecho, empecé a orar y a pedirle a Dios que, por las oraciones de San Nicéforo, me ayudara a sanar. ¡Quería dormir como antes y sentir que me había recuperado por completo! Inesperadamente, un estremecimiento empezó a recorrer mi cuerpo de pies a cabeza, y después sentí como si alguien me hubiera puesto la mano sobre el pecho. ¡Entendí que el santo había venido!

En cosa de un segundo, mi respiración se normalizó y la tos cesó. No quise ni moverme. Ni siquiera pensé en levantarme para encender la luz. No quería ver nada ni confirmar nada de lo que estaba sucediendo. Pero seguí orando en mi corazón. A los pocos minutos, un sueño profundo me inundó. Al día siguiente, cuando me desperté, descansado como no me había sentido en mucho tiempo, me di cuenta de que todo había sido más real de lo que pensaba. ¡San Nicéforo acababa de obrar un milagro conmigo! En los días subsiguientes, la tos apareció raras veces y muy débilmente, en tanto que mi sueño ya no dejó de ser reparador, profundo. ¡Sin merecerlo, pero habiéndolo deseado con toda el alma, y abandonándome completamente a la misericordia de lo Alto, San Nicéforo el Leproso me había ayudado a sanar con rapidez!

Desde entonces, es decir, desde noviembre de 2020, San Nicéforo está en mis oraciones, junto con los demás santos protectores que invoco cada día. ¡Le agradezco por haber sido paciente conmigo hasta que lo conocí, y porque, al mismo tiempo, acudió con premura a sanarme y a interceder ante Dios! ¡Le agradezco, también, por todas esas maravillosas personas que he conocido en este período especial!  ¡Le agradezco por la salud y por haberme permitido pasar una nueva Navidad al lado de mi familia! ¡Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti!».

 

Fuente: doxologia.org

 

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