La importancia de bendición de los padres según Paisios del Monte Athos
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El tesoro más grande para gente que vive en el mundo es bendición de sus padres. De modo parecido, la bendición más grande en la vida de un monje es la bendición de su mayor. Eso es por qué se dice, —No desatienda la bendición de sus padres.— Recuerdo a una madre que tenía cuatro hijos. Ningún de los cuatro se había casado.
La madre lloraba, diciendo que iba a morirse de dolor porque ningún de sus hijos se había casado. Me pidió orar para ellos. Ella era viuda y sus hijos eran huérfanos. Yo estaba muy dolorido por ellos. Oraba y oraba pero era en vano.
—Algo no está bien,— pensé…—¿Tal vez su madre los maldijo?— —Eso es correcto, Padre,— me contestaron, —Éramos muy traviesos de niños y ella siempre nos decía, —Serán flojos.— —Vayan,— les dije, —Vayan a su madre y dígale la razón verdadera para su desgracia para que ella vuelva en sí. Dígale que debe arrepentirse, confesar, y bendecirles de hoy en adelante.— ¡Dentro de un año y medio cada uno de los cuatro se casó!
Por lo visto, esta mujer desafortunada no era solamente una viuda, sino también se caía fácilmente en un estado de irritación y desesperación. Niños traviesos le hacían enojarse y ella los maldecía por eso…Recuerda que maldiciones y aun solo resentimiento de los padres son muy poderosas. Aun si los padres no maldicen a sus hijos, sino sólo se enojaron por ellos, entonces los hijos no pueden disfrutarse de días de sol luego: toda sus vidas es un tormento…
– Geronda, cuando yo estaba saliendo para el monasterio, mis padres me maldijeron…—
– Tales maldiciones son las únicas que se convierten en bendiciones.—
La bendición que viene del corazón es una bendición divina
Si te compadeces a una persona quien tiene humildad y te pide orar de tu corazón, por ejemplo, para quitarse de alguna pasión que le atormenta y le dices: —No tengas miedo, va a estar mejor,— entonces (por eso) recibirás una bendición divina. Este buen deseo contiene mucho amor, mucho dolor, y entonces tiene poder. Le agradece a Dios y Él cumple con la bendición. Así que el dolor que una persona se siente por otra ya es como una bendición.
Una vez, cuando era soldado, nuestro comandante me envió cumplir con una promesa que hicimos a San Juan Bautista después de que él nos ayudó durante la guerra. Habíamos hecho una promesa comprar dos velas grandes para la Iglesia del Santo Bautista. Así que yo tuve que comprar las velas y al mismo tiempo tuve que acompañar a uno de nuestros hombres al pueblo de Nafpaktos y entregarlo al tribunal militar.
Recuerdo que otros oficiales le dijeron al comandante, —¡Que convoy le ha dado a él!— El pobre hombre que tuve que acompañar era de Epirus y era músico por profesión. Era casado con hijos. Era acusado de haberse lastimado a propósito para que le enviaran para atrás. —Mejor,— se razonaba él, —vivir con una pierna que morirse.— Primero, venimos a la ciudad de Agrinio donde había gente que él conocía. —Vámanos,— me dijo, —a visitarlos.— —Pues,— contesté, —vámanos.— —Vámanos para aquí, vámanos para allá,— ¿qué podía hacer yo? Tuve que acompañarlo por todos lados.
¡O, que carga para mí! Además, no me deseaba entregarlo al tribunal. Lo compadecía. El pobre estaba muy asustado, y le dije: —Verás – todo estará bien contigo y te pondrá en una posición mejor. Nuestro comandante enviará una nota explicativa en tu caso y te asignarán a un lugar quieto – para que puedas ayudar a sus hijos y tu vida estará segura.—
Cuando por fin llegamos a Nafpaktos, aprendimos que el tribunal ya había recibido una carta del comandante y el caso contra el hombre que se lastimó había sido cerrado. Durante todo el proceso, él había estado en peligro de ejecución – era tiempo de guerra después de todo. El comandante se compadeció de él porque era hombre con una familia y lo hizo cocinero en el Centro de Distribución de Reclutas.
Su familia se trasladó parar estar más cerca del Centro y él trabajaba arduamente allí. Porque a veces los soldados no venían a la cantina para almorzar, él tenía unas sobras que podía dar a sus hijos. Cuando terminó la guerra, todos le decían —¡Sí, tenías la mejor trabajo!— Era porque estábamos ubicados en las montañas, en la nieve. Lo que le deseé yo Le agradecía a Dios porque lo dije con dolor y con todo mi corazón. Eso es por qué Dios dio esta bendición.
Recuerdo un caso semejante cuando estaba en Konitsa, en el monasterio Stomio. El monasterio celebra la Natividad de la Más Santa Madre de Dios el 8 de septiembre. Después de la celebración, los peregrinos dejaron todo en un lío. Despacio empecé a limpiar. Mi hermana y otra joven se quedaron para ayudarme. La otra joven tenía dos hermanas, una mayor y la otra menor que ella. Ambas hermanas ya se habían casado y ella aún estaba soltera. ¡Cuanto amor tenía! Ella querría ayudar y cuando habíamos acabado, me dijo, —Padre, si hay cualquier cosa de más que quiere usted que hagamos, nos quedaremos y haremos lo que necesita usted.—
—¡Que persona bella!— pensé. Entré en el templo y dije con todo mi corazón, —Santísima Virgen Maria, arréglelo usted misma. No tengo yo nada para darle.— Si tuviera algo, no lo aceptaría. Pues, ella regresó a casa y había este colega mio esperándola. Él era de verdad muy bueno, un muy buen hombre de una buena familia. Se casaron y vivían felizmente. ¡Ves como la Madre de Dios le dio a ella recompensa!
Source: “Words”. Volume I. “With Pain and Love about the Contemporary Man.”
https://obitel-minsk.ru/chitat/den-za-dnyom/2020/besedy-s-gerondoj-2
Translated by The Catalogue of Good Deeds
Fuente: russian-faith.com
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