San Matías el Apóstol
El santo Apóstol Matías, descendiente de la tribu de Judá, nació en Belén. Desde su temprana niñez comenzó a estudiar los sagrados libros y la ley de Dios en Jerusalén. Bajo la guía del Santo Simeón el Receptor de Dios, Matías fue instruido por él en la vida de la virtud. Llevó una vida que complacía a Dios, siguiendo estrictamente por el sendero señalado en los mandamientos de Dios. Llegó el momento en que el Señor, después de haber pasado treinta años desde el día de Su natividad de la purísima Virgen María, se reveló ante el mundo después de Su Bautismo por Juan. Luego de reunir discípulos, predicó la llegada del reino de Dios, realizando al mismo tiempo incontables milagros y señales. Matías, al escuchar las enseñanzas de Cristo y presenciar su milagrosa obra, se llenó de amor por El; y luego de abandonar las preocupaciones de este mundo, siguió al Señor junto a los demás discípulos y la gente, regocijado ante la visión del semblante del Dios encarnado y en el inefable gozo de su enseñanza. El Señor, a quien se aparecen los más ocultos movimientos del corazón humano, viendo el fervor y la pureza de alma del Santo Matías, lo escogió no sólo como discípulo, sino también para el ministerio apostólico.
Después del descenso del Espíritu Santo, los Apóstoles se distribuyeron las regiones para predicar el Evangelio. Al Santo Matías le tocó la región de Judea, donde él trabajaba recorriendo ciudades y pueblos, proclamando las buenas nuevas de la aparición del Salvador del mundo en la persona de Jesucristo. Posteriormente, predicó el nombre de Jesús no sólo entre los judíos, sino también entre los gentiles. La tradición dice que San Matías fue a difundir las buenas nuevas de Cristo a los habitantes de Etiopía, en donde soportó numerosas y diversas aflicciones. Los paganos lo arrastraron por el suelo, lo amarraron para golpearlo, colgándolo de una columna, lacerándolo con una hoja de hierro y quemándolo con fuego; pero fortalecido por Cristo, San Matías soportó con alegría y valor estos tormentos. San Matías murió apedreado por orden del sumo sacerdote Ananías.
Después del descenso del Espíritu Santo, los Apóstoles se distribuyeron las regiones para predicar el Evangelio. Al Santo Matías le tocó la región de Judea, donde él trabajaba recorriendo ciudades y pueblos, proclamando las buenas nuevas de la aparición del Salvador del mundo en la persona de Jesucristo. Posteriormente, predicó el nombre de Jesús no sólo entre los judíos, sino también entre los gentiles. La tradición dice que San Matías fue a difundir las buenas nuevas de Cristo a los habitantes de Etiopía, en donde soportó numerosas y diversas aflicciones. Los paganos lo arrastraron por el suelo, lo amarraron para golpearlo, colgándolo de una columna, lacerándolo con una hoja de hierro y quemándolo con fuego; pero fortalecido por Cristo, San Matías soportó con alegría y valor estos tormentos. San Matías murió apedreado por orden del sumo sacerdote Ananías.
Fuente: crkvenikalendar.com
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