Hieromártir Atenogenio, Obispo de Heracleopolis, y sus 10 discípulos
El Hieromártir Atenogenio y sus diez discípulos sufrieron por Cristo durante la persecución de los Cristianos en la ciudad de Sebastea en Capadocia. Filomacos el gobernante, organizo un gran festival en honor de los dioses paganos y le exigió a todos los habitantes de Sebastea a que ofrecieran sacrificios a los ídolos, pero la mayoría de los residentes de Sebastea eran Cristianos y se negaron a participar en esa impía celebración.
Cuando los ciudadanos de Sabastea no acudieron a la celebración, el gobernante ordeno a sus soldados que mataran a los que se resistieron, lo que causo que muchos Cristianos recibieran la corona del martirio.
Al enterarse el gobernador que el Cristianismo se estaba propagando gracias a la predicación llena de gracia del Obispo Atenogenio, el gobernador demando que sus soldados encontraran y arrestaran al Obispo y sus diez discípulos que Vivian en un pequeño monasterio no muy lejos de la ciudad. Los soldados no encontraron al Obispo pero si arrestaron a sus discípulos, el gobernador ordeno que los ataran con cadenas y que los arrojaran en prisión.
El Obispo fue arrestado mas tarde cuando llego a Sebastea para informarle al juez que los que habían sido arrestados eran inocentes. Durante su encarcelamiento, San Atenogenio animo a sus hijos espirituales para que siguieran la lucha que los amenazaban. El Santo fue juzgado con los mártires cuando confesaron su fe en el Cristianismo y se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos.
Tras de soportar feroces torturas, los discípulos del Santo Obispo fueron decapitados.
Después de la ejecución de los discípulos, los verdugos recibieron ordenes de torturar al Obispo, quien reforzado por el Señor recibió y aguanto sus torturas con dignidad y su única petición fue que deseaba ser ejecutado en el monasterio.
Cuando el Obispo fue llevado al monasterio, el Santo le dio las gracias a Dios y se regocijo en los sufrimientos que había recibido por El. Santo Atenogenio le rogó al Señor que perdonara todos los pecados cometidos por aquellos que los recordaban a el y a sus discípulos.
El Señor le concedió al Santo escuchar SU VOZ antes de morir en la misma forma como El le anuncio al ladrón penitente cuando le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
El Hieromártir entonces, por su propia voluntad, bajo su cabeza ante la espada.