La Iglesia Ortodoxa Serbia a sus hijos espirituales en la Pascua, año 2018

 

IRINEJ

Por la gracia de Dios Arzobispo Ortodoxo de Pec, Metropolita de Belgrado-Karlovac y Patriarca serbio, con todos los Pontífices de la Iglesia Ortodoxa Serbia, a los sacerdotes, monjes y todos los hijos e hijas de nuestra Santa Iglesia: gracia, misericordia y paz de Dios Padre, de nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, con la alegría del saludo pascual:

 

¡Cristo Resucitó!

 

Hemos cumplido el plazo del honorable ayuno de la Semana Santa en el que, junto a los oficios diarios – penitencia, confesión y oraciones con lágrimas, hemos compadecido junto con nuestro Señor, lo hemos acompañado en su camino desde su Cruz hasta su Resurrección y con agradecimiento clamamos: ¡Gloria a tu Pasión, Señor! Nos dispusimos  a vivir el sufrimiento voluntario, la humillación, los escupitajos y muerte en la cruz, para que hoy y en virtud de la infinita misericordia de Dios, podamos recibir la Gloriosa Resurrección de Cristo. Participando en estos eventos, nosotros a través de los mismos, vivimos la muerte y toda penuria, ya que sin muerte no hay resurrección, de la misma forma que sin ascesis (esfuerzo espiritual) con esperanza y paciencia, no hay consuelo. Es por eso que nos inclinamos y agradecemos a Dios Resucitado de los muertos, ya que nos hizo dignos a nosotros, sus fieles, que seamos partícipes de sus obras milagrosas, sintiendo en nuestra alma la nueva vida que vence todas las dificultades.

Con alegría festejamos esta santa fiesta de hoy, nuestros queridos hijos espirituales, ya que su bendición y luz no proviene del sol, ni tampoco de los ángeles, sino de la omnipresente luminosidad con la que se rompe la oscuridad y con la que los ojos de las personas observan la belleza y la armonía del mundo de Dios. Solo a través de esa luz se puede claramente apreciar el sentido de la existencia del hombre y del mundo, en la dignidad a la que pertenecemos por sentido Divino.

En este día, junto con los “portadores de Dios” Padres de la Iglesia de Cristo, recordamos y reafirmamos que la causa y el objetivo de la existencia material se halla en Dios. Como siervo de Dios, el hombre es responsable no solo de sí mismo y de su pueblo, sino de todas las personas y de todos los pueblos, de toda la creación de Dios. Esta es la filosofía universal con la cual nuestra fe vive y obra a través de los siglos, revelando aquello que hoy en día en términos modernos se llama “conciencia ecológica”.

Por eso en la Fiesta del día de hoy, que es un oasis de paz y regocijo, nosotros realizamos una reflexión espiritual, y nos armamos con la esperanza, para que, con ayuda de la armadura Divina, la cual encontramos en la Iglesia, podamos soportar todas las dificultades y tentaciones, sacando fuerzas en el Señor quien nos da coraje con las palabras: “No teman, yo vencí al mundo” (Juan 16:33).

La Pascua es la victoria más grande sobre el mal, sobre el pecado y la muerte, la cual nos recuerda que nosotros tenemos la posibilidad y la obligación de enfrentar a todas nuestras caídas espirituales y a todo lo que nos impide direccionarnos hacia el Bien. Nos recuerda que no desesperemos sino que pongamos nuestras esperanzas en Dios para recibir la gracia y la ayuda divina en todas las dificultades. La fe en Dios Resucitado muestra la curación contra la epidemia de la depresión en el mundo moderno. Ya que según las palabras del Santo Teofán Zatvornik (de las cuevas), se nos da la posibilidad de “mirar, con ojos espirituales, más allá del pecado y el sufrimiento”. Y si por debilidad pecamos, el Santo Evangelio nos encomienda: “Despiértate tú que duermes – en el pecado -, levántate y resucita de entre los muertos – con arrepentimiento – y te alumbrará Cristo (Efesios 5:14).

Para llevar todo a las bases originales y que nosotros las personas recuperemos la alegría de ver Su Rostro, el mismo Señor con su misericordia y amor hacia nosotros, tomó para sí un maravilloso sacrificio: convertirse en hombre, nacer del Espiritu Santo y de la Virgen María por nosotros y por nuestra salvación, “para que sea entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25). Luego, nuestra justificación es nuestra deificación en Cristo Jesús, y nuestra alegría es la alegría eterna y la esperanza de la resurrección, en la cual se asienta el Símbolo de la Fe Cristiana, y la cual trae consigo el regalo mas grande: la victoria de la vida sobre la muerte.

La Encarnación como comienzo de la “economía” (edificación) de la salvación del género humano, en la Resurrección toma su definitivo cumplimiento como obra de salvación, la cual la Iglesia Ortodoxa todos los domingos celebra de forma ininterrumpida. Así, este ciclo anual en el que vivimos “no es – como dicen las palabras doradas del Santo Obispo Nikolaj – una lista de muertos”, sino que es siempre el dinamismo abierto de la vida, que va al encuentro de Cristo, Quien viene. Esta es la razón por la que el que pertenece a Cristo y se llama cristiano se libera de la muerte, porque el Señor mismo nos asegura esto: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en Mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25). Con estas palabras Él nos da esperanza para la vida verdadera que es el gozo de nuestra fe. De ellas entendemos que Su Resurrección es nuestra resurrección, porque Cristo con su muerte destruye la muerte, dándonos la vida eterna.

Esa santa vida, la vida con todos los santos, comienza aquí mismo en la tierra. A todos aquellos que llenan su alma con la palabra eterna de Dios y perdonan a todos por todo, su alegría y paz comienzan aquí en esta vida.  No hay hombre hoy en día, ya sea creyente o no creyente, que no quisiera aunque sea un instante participar de la verdadera alegría. Pero, la alegría y la paz no están en ninguna parte. Alrededor está la desesperanza, el alma está empapada de pesares y deseos personales que provienen del amor propio y la vida egoísta, que conducen a la muerte espiritual, la cual tiene como consecuencias la falta de rumbo y la negligencia para con la salvación eterna.

Somos testigos de una alienación y destrucción general, principalmente en las familias, donde la unidad entre cónyuges se desestabiliza cada vez más, y la falta de respeto mutuo entre los padres deja una herida indeleble en las almas de los niños. No podemos buscar nuestros derechos violando los derechos de los otros. Hemos olvidado que es necesario respetarnos a nosotros mismos y a la santidad del propio cuerpo, que es el templo del Espíritu Santo (Corintios 6:19), para que podamos llegar a la verdadera medida de todo lo transitorio, respetar al prójimo y su libertad, la santidad de todos y el bien común, así como las necesidades personales.

Por lo tanto, hijos espirituales nuestros, respeten y salvaguarden la santidad del matrimonio, ya que es la base de una familia sana e irrompible. Guarden en amor el sacramento de la vida, el cual Dios mismo ha santificado. Que la sincera fidelidad y el perdón mutuo adornen a cada familia, las cuales cada una representan una Iglesia doméstica. El aborto, el mayor crimen de nuestro siglo, desafortunadamente está presente incluso entre nuestra gente: ya que según las estadísticas, cada año en Serbia deja de existir el equivalente a un pueblo pequeño. A la luz de la Resurrección de Cristo, toda concepción, nacimiento y todo ser humano es un regalo de Dios que tiene un significado eterno y nace para la eternidad.

Poniendo delante de ustedes, queridos hermanos y hermanas, estas tentaciones de toda la humanidad, nosotros, con amor paternal, les pedimos que se guíen de manera sana y responsable, redimiendo sobriamente y en paz el tiempo de sus vidas “porque los días son malos” (Efesios 5:11). Oremos al Señor para que la paz reine en lugares donde ha sido desterrada, en primer lugar en nuestros corazones y nuestros hogares, ¡pero también en todo el mundo sufriente!

Nosotros los cristianos no odiamos este mundo y su gente. Caminamos firmemente sobre esta tierra con nuestros ojos elevados hacia el cielo. Respetando todos los logros humanos, queremos que todos sean santificados con la gracia y el poder de Dios, porque el Señor nos encomendó: “Ustedes son la luz del mundo” (Mateo 5:14). Regocíjense con la alegría Pascual, porque el Señor desea “que nuestra alegría sea plena” (I Juan 1:4) Es segura la victoria con Cristo, lograda a través de la gracia y de nuestros esfuerzos por seguir los mandamientos de Dios. Cuando una persona nace del agua y del Espíritu, ahí comienza su resurrección, la cual es el punto central de la existencia eterna, y en la cual se reúnen todos los elementos por los cuales llegamos al conocimiento de sí mismo y al conocimiento de Dios. Conocer la Verdad, la Verdad real, es la fe en la Resurrección y la alegría de la Resurrección.

En estos días brillantes de nuestra alegría, no olvidamos el dolor humano, la pena y el sufrimiento. No nos olvidamos de los enfermos, los ancianos y los minusválidos, aquellos en la pobreza, en el exilio y en la miseria, perseguidos y expulsados de sus hogares. Oramos con fe y esperamos que Dios borre cada lágrima de sus rostros (Apocalipsis 7:17).

Incesantemente co-sufrimos con nuestro clero y monjes, con nuestro fiel pueblo y niños en Kosovo y Metohija, que son nuestra conciencia y sin los cuales la conciencia espiritual serbia sería débil y vacía. Alentados por vuestra fuerza y decisión, siempre ofrecemos oraciones de rodillas para que puedan soportar y para que el Testamento de Kosovo sea un puente entre la Serbia celestial y la terrenal. No nos atrevemos, debido a la injusticia, a ceder ni a asustarnos, sino que elegimos el Reino Celestial junto con el Santo Zar Lazar, quien ofreció el sacrificio tal como lo ofrecen ustedes hoy.

La injusticia y el mal uso de los bienes de este mundo no pasaron por alto a nuestro muy sufriente, pero nunca aplastado ni vencido pueblo, que, por la gracia de Dios, el próximo año celebrará ochocientos años de autocefalía de la Iglesia y el Estado. Esto nos da confianza y la confirmación de que somos una nación dirigida por santos: San Simeón, San Sava y San Esteban el Primer Coronado, quienes para siempre han asentado al pueblo serbio en la piedra angular de la fundación: Cristo Resucitado.

Nos dirigimos a todos nuestros hijos e hijas espirituales de nuestra Iglesia, que viven en todos los continentes, con quienes estamos unidos en la oración, a regocijarse junto con nosotros en la Resurrección de Cristo. La Resurrección nos llama a que, en amor y unidad, unos con otros, “mantengamos la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4: 3).

Deseándoles todo bien verdadero, perdonándonos los unos a los otros, invocamos la gracia, la paz y el poder de Cristo Resucitado, para que con una sola boca y con un solo corazón podamos exclamar con gozo:

 

¡CRISTO RESUCITO!

 

Dado en el Patriarcado Serbio en Belgrado, en la Pascua del año 2018

Por vuestros orantes ante Cristo Resucitado:

 

ARZOBISPO DE PEC

METROPOLITA DE BELGRADO-KARLOVAC

Y PATRIARCA SERBIO IRINEJ

 

Metropolita DE Montenegro y el Litoral AMPHILOHIJE

Metropolita de Zagreb y Ljubljana PORFIRIJE

Metropolita de Dabro-Bosnia CHRYSOSTOM

Obispo de Sabac LAVRENTIJE

Obispo de Srem VASILIJE

Obispo de Banja Luka JEFREM

Obispo de Budima LUKIJAN

Obispo de Banat NIKANOR

Obispo de Nueva Gracanica – Medio Oeste de los Estados Unidos LONGIN

Obispo de Canada MITROPHAN

Obispo de Backa IRINEJ

Obispo de Gran Bretania y Países Escandinavos DOSITEJ

Obispo de Europa Occidental LUKA

Obispo de Zicha JUSTIN

Obispo de Vranje PAHOMIJE

Obispo de Sumadija JOVAN

Obispo de Branicevo IGNATIJE

Obispo de Zvornik-Tuzla FOTIJE

Obispo de Mileseva ATANASIJE

Obispo de Budimlje y Niksic JOANIKIJE

Obispo de Zahumlje y Hercegovina GRIGORIJE

Obispo de Valjevo MILUTIN

Obispo de Ras y Prizren TEODOSIJE

Obispo del Oeste de los Estados Unidos MAXIM

Obispo de Gornji Karlovac GERASIM

Obispo del Este de los Estados Unidos IRINEJ

Obispo de Krusevac DAVID

Obispo de Eslavonia JOVAN

Obispo de Austria y Suiza ANDREJ

Obispo de Bihac-Petrovac SERGIJE

Obispo de Timok ILARION

Obispo de Nis ARSENIJE

Obispo de Australia y la Metrópolis de Nueva Zelanda SILUAN

Obispo de Dalmacia NIKODIM

 

Obispo Vicario de Moravica ANTONIJE

Obispo Vicario de Dioclea KIRILO

LA ARQUIDIÓCESIS ORTODOXA DE OCHRID:

Arzobispo de Ochrid y Metropolita de Skoplje JOVAN

Obispo de Polog and Kumanovo JOAKIM

Obispo de Bregalnica MARKO

Obispo Vicario de Stobi DAVID

 

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Publicación de la Diócesis de Buenos Aires, Sur y Centro América

 Iglesia Ortodoxa del Patriarcado Serbio

 

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